POLICARPA SALAVARRIETA RÍOS, UN EJEMPLO

Una joven que contrario a la juventud de hoy, lo arriesgo todo por el interés general

César A. Luque F.

17/11/08

Hoy cuando gran parte de la juventud, incluso aquella que se encuentra preparándose académicamente en las universidades públicas y privadas, parece totalmente distante de la realidad nacional, adquiere importancia traer a la memoria el ejemplo que hace 201 años nos dio una joven, Policarpa Salavarrieta Ríos, quien es vivo reflejo de la valentía, persistencia, poder de sacrifico, deseo de superación, etc., que tienen millones de mujeres colombianas, aquellas que a diario deben trabajar y cumplir el papel de amas de casa, algunas siendo además madres y padres, debido a la irresponsabilidad de miles de hombres que las dejan con sus hijos a su suerte, sin que el Estado por intermedio de sus instituciones les brinde especial protección, tal como se encuentra establecido en la Constitución Política de 1991, hoy vigente.

En los casos de abandono e incumplimiento de las obligaciones como padres para con las madres y sus hijos, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), la Fiscalía General de la Nación y los Jueces Penales y de Familia parece que no existieran, patrocinando con su omisión tan deleznable conducta desplegada por padres irresponsables que someten a buena parte de nuestra niñez a carencias afectivas y económicas, caldo de cultivo de un futuro oscuro.

Policarpa Salavarrieta Ríos, conocida como La Pola nació en la Villa de las Guaduas (Cundinamarca) aproximadamente el 26 de enero de 1796 en el seno de una familia humilde. Sus padres fueron José Joaquín y Mariana. Su padre se dedicó a negocios de la agricultura y el comercio en una tienda en Guaduas. Los hermanos de La Pola fueron María Ignacia Clara, Eduardo, Caterina, José María de los Ángeles, Manuel, Ramón, Francisco Antonio y Bibiano.

En 1899 la familia Salavarrieta Ríos se trasladó de Guaduas a Santafé domiciliándose en una casa ubicada en uno de los barrios más pobres de la ciudad por aquel entonces, Santa Bárbara, sitio donde sufrieron un verdadero drama cuando en 1802 fruto de una epidemia de viruela murieron los padres y dos hermanos, María Ignacia Clara y Eduardo, hecho que disolvió la familia. José María de los Ángeles y Manuel se convirtieron en religiosos en la comunidad Agustina, mientras Ramón y Francisco Antonio se fueron a trabajar en una finca en Tena (Cundinamarca). Caterina se devolvió a Guaduas llevando consigo a sus hermanos menores, Policarpa y Bibiano, llegando a vivir a casa de su madrina Margarita Beltrán, hermana de la celebre Manuela Beltrán, personaje principal del alzamiento comunero (1781), familia que debió haber influenciado su pensamiento. Allí vivieron hasta cuando su hermana Caterina se casó con Domingo García, nueva  familia a donde se fue a vivir. Su cuñado moriría luchando al lado de Antonio Nariño en la campaña del sur (1813 – 1814) que buscaba expulsar a los españoles definitivamente de nuestro territorio, campaña en la que también luchó su hermano Bibiano siendo gravemente herido al final de la misma (1814).

Guaduas en ese tiempo era un municipio de gran importancia ya que por allí pasaban quienes iban de la capital hacía el río Magdalena, y viceversa. Por allí pasaron los virreyes Antonio Amar y Borbón y la virreina, María Francisca Villanova luego de ser expulsados por la “chusma” liderada por el “chispero” José María Carbonell aún contra el deseo de los que luego han sido calificados por los historiadores oficiales, próceres. Por allí también pasaban las noticias de la reconquista española (1816) y la implementación por el matarife Pablo Morillo del régimen del terror.  

La Pola se volvió a vivir en 1817 a Santafé dando inicio a sus labores patrióticas, aunque ya en Guaduas las realizaba, tanto así que para llegar a la capital uso junto a su hermano un salvo conducto falso, documento indispensable por aquella época, bajo el nombre de Gregoria Apolinaria, llevando consigo una carta de Ambrosio Almeyda y José Rodríguez, dos líderes de las guerrillas patrióticas. Se alojó en la casa de Andrea Ricaurte y Lozano. Como en la capital no la conocían, ese hecho lo uso siendo costurera de muchas señoras realistas oír noticias, averiguar sobre los movimientos, armamento y órdenes de las tropas españolas, información que enviaba a los guerrilleros, especialmente a los de los Llanos Orientales que eran comandados por Santander, que se preparaban para marchar hacía la capital por el infernal, por el frío allí existente, Páramo de Pisba.

A su lado cumpliendo una tarea similar siempre estuvo su novio, Alejo Sabaraín, quien había luchado al lado de Nariño, siendo capturado en 1816 e indultado al año siguiente, hecho que le permitió recuperar su libertad, dedicándose al espionaje. Las actividades de La Pola pasaron desapercibidas ante los ojos de los realistas, hasta cuando dos hermanos Almeyda fueron capturados, teniendo en su poder documentos que la comprometían en la deserción de varios miembros del Batallón Numancia, así como en el envió de armas a los Llanos, periódicos y recursos. Sin importar lo anterior participó en la fuga de los hermanos Almeyda consiguiéndoles refugio en la casa de Gertrudis Vanegas en Macheta (Cundinamarca).

Sabaraín fue capturado cuando intentaba huir hacía el Casanare, hallando en su poder una lista de realistas y patriotas que La Pola antes le había entregado. El sargento Iglesias fue comisionado para arrestarla, siendo capturada junto a su hermano Bibiano en casa de Andrea Ricaurte y enviada a la prisión ubicada en el Colegio Mayor del Rosario. Fue condenada en un consejo de guerra sin garantía alguna a pena de muerte el 10 de noviembre de 1817, condena que cobijó a su novio y otros muchos patriotas.

El 14 de noviembre a las nueve de la mañana fue conducida al patíbulo, con dos sacerdotes a su lado, trayecto que utilizó para maldecir a los españoles y pedir venganza para su muerte, cuando apenas tenía 21 años. En su camino a la muerte le dijo a quien años después sería Presidente de la República, José Hilario López (1849 – 1853), su amigo: “No llore usted, Lopecito, por nuestra suerte, nosotros vamos a recibir un alivio librándonos de los tiranos, de estas fieras, de estos monstruos”.

Al ser subida al banquillo le fue ordenado ponerse de espaldas, forma en que debían ser fusilados los traidores, pero ella solicitó morir de rodillas, posición que consideraba más digna. Después del fusilamiento los cuerpos de los asesinados fueron expuestos al público, excepto el de La Pola, cadáver que fue reclamado por sus hermanos religiosos siendo sepultada en la Iglesia del Convento de San Agustín.

Su muerte movió a los patriotas contra el régimen del opresor. En su honor circularon poemas, versos y después de la independencia le fueron levantados monumentos. En Guaduas en la Plaza principal y en Bogotá en el eje ambiental con la calle 18. En 1967 el Congreso por la ley 44 declaró el 14 de noviembre Día de la Mujer Colombiana, que desgraciadamente por no tener una motivación comercial no se celebra, tanto así que pasó hace apenas tres días y nadie ni siquiera lo mencionó.

Hoy más que nunca cuando pasamos por una honda crisis nacional, nada más apropiado que destacar el valor y la lucha de Policarpa Salavarrieta Ríos, cuando necesitamos esos valores para sacar a Colombia de la situación precaria en que la clase política tradicional la ha sumido.  

Nota: Otras mujeronas de nuestra independencia fueron Rosa Zarate de Peña quien fuera fusilada en Tumaco (Nariño), Mercedes Abrego de Reyes muerta en forma sangrienta en Cúcuta, asesinadas en 1813, Carlota Armero en Mariquita en 1816 y Antonia Santos en el Socorro en 1819, y cientos de valientes heroínas que dieron su vida por nuestra independencia en un mundo que era dominado, más que ahora por los hombres, muchos de los cuales evitaron dar la lucha que dieron las mujeres.

                                                                  cesarluque@yahoo.com

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