Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla
César A. Luque F.
05/07/08
La frase que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, que aunque de cajón, por ese solo hecho no deja de ser cierta, veamos porque. Un ejemplo ilustra lo anterior. El 6 de diciembre de 1928, en las horas de la madrugada, después de varios levantamientos obreros por medio de los que se buscaban mejores condiciones laborales se dio la masacre de las bananeras en el Magdalena, específicamente en Ciénaga, Aracataca y otros municipios de esa región, todo porque los trabajadores exigían ser tratados como personas y recibir una remuneración justa por su trabajo, la que además debía ser en dinero, ya que su salario era pagado por la United Fruit Company en vales, que solamente se podían cambiar en las tiendas de la propia empresa.
Así la multinacional gringa imponía el precio no sólo del trabajo de sus casi esclavos, sino que al entregar el pago en vales ponía el precio de la mercancía que podían llegar a comprar con esos papeles representativos de dinero. Ganaba por punta y punta, por el trabajo pagado en forma miserable y por la ganancia de los productos que sus trabajadores debían comprar, los que no podían comprar en otras partes a libertad, ya que esos vales no eran recibidos sino en sus tiendas. Ese fue uno de los motivos del alzamiento popular, junto con la falta de atención médica, la falta de escuelas para educar a los hijos de la clase trabajadora, las largas jornadas de trabajo en inclementes condiciones entre otras y los absurdos impuestos que debían pagar como el impuesto a la salud, el de la pisadura, que de no ser pagados podían convertirse en arresto por parte del Ejército.
Ante tan deplorable panorama los trabajadores se organizaron y salieron a protestar contra la empresa, la que hoy después de varios cambios de razón social se llama Chiquita Brands, que últimamente fue condenada a pagar en EE.UU. varios millones de dólares por financiar grupos de paramilitares en la zona bananera del Urabá, y contra el gobierno que permitía esos atropellos, el del conservador Miguel Abadía Méndez, quien en lugar de examinar las condiciones de trabajo ordenó la movilización de tropas del Ejército a esa región del país liderada por el ebrio general, Carlos Cortés Vargas para que disolviera las manifestaciones sustentado en una ley que había sido aprobada en 1927 que convertía la huelga en un acto subversivo, así el Ejército se dedicó a cobrar impuestos a administrar justicia y a cometer toda clase de tropelías.
Por ejemplo cuando los futbolistas samarios llegaron a Santa Marta luego de derrotar a los de Cali, el general Cortés Vargas, al estilo Caligula ordenó poner letreros en las casas que decían: “Viva la victoria del General Cortés Vargas” y les dijo a los futbolistas que pidieran una gracia, ellos atinadamente solicitaron la libertad de algunos detenidos, libertad que le fue concedida por el despótico general, que se quería parecer era a un emperador. Así administraba justicia.
Con las tropas en la región el general, que para el caso es mejor llamarlo por lo que era, un asesino, ordenó en la madrugada a los manifestantes que se dispersaran so pena de ser rociados de bala, ya que tenían varias ametralladoras ubicadas estratégicamente en Ciénaga. Ante la negativa las tropas abrieron fuego contra la muchedumbre integrada por trabajadores, sus esposas e hijos. El resultado en muertes nunca se supo, ni Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad, ni Jorge Eliécer Gaitán en el debate realizado en la Cámara de Representantes que lo dio a conocer a nivel nacional, hasta que fuera asesinado por la misma oligarquía que combatía, pudieron establecer el número exacto de asesinados, unos dicen que cien otros que quinientos y algunos llegan a afirmar que fueron tres mil los muertos. Como casi todos los hechos de sangre en el país nunca se sabrá la verdad.
Pero se preguntara usted, eso que es parte de nuestra historia que tiene que ver con nuestro tiempo, pues la respuesta, es todo. Actualmente en la Cámara de Representantes uno de sus integrantes, el conservador del Valle del Cauca, Santiago Castro acaba de presentar un proyecto de ley que ya empezó a hacer transito legislativo, para que a los trabajadores colombianos sus empleadores les puedan pagar hasta el 50% de su salario en vales, al estilo de los trabajadores de las bananeras de la Chiquita Brands. El honorable representante de la coalición de gobierno sostiene que de esa forma se aumentará el empleo, la misma muletilla que siempre utiliza el gobierno de turno para imponer medidas regresivas, como la ley 789 de 2002 por medio de la cual fue rebajado el valor del recargo nocturno al ordenar por ley anochecer ya no a las 6:00 p.m., sino a las 10:00 p.m. para que los empresarios de los grandes almacenes, las empresas de vigilancia y las industrias que laboran por turnos se ahorren el pago del 35% sobre el valor de la hora de trabajo como recargo nocturno.
También se disminuyó el valor de las horas extras festivas, las indemnizaciones por despido sin justa causa, la sanción por el no pago oportuno de las prestaciones sociales, el valor del salario en el contrato de aprendizaje, entre otras, sin que hasta hoy de acuerdo a estudios serios, se haya aumentado el empleo, lo que aumentaron fueron las utilidades de las empresas. Hoy la clase trabajadora se encuentra avocada a sufrir nuevamente practicas ignominiosas que parecía estaban superadas, que su trabajo sea remunerado en vales que solamente se podrán redimir en los almacenes que el empleador señale, para ganar nuevamente por punta y punta. Como quien dice, se repite la historia que dio como resultado el asesinato de cientos de trabajadores y los miembros de sus familias, eso sí, esperando que esta historia sea modificada por la clase trabajadora, la que tiene que levantarse contra sus verdugos, los que dicen representarlos como el político del Valle, siendo verdaderos farsantes que viven de la miseria del pueblo colombiano. La clase trabajadora tiene la palabra en este y otros temas que son de su resorte, o será que dejará su futuro en manos de estos padres de la patria.