Estamos importando café, papa y casi 10 millones de toneladas de alimentos.
César A. Luque F.
15/05/10
Existe una alta posibilidad de que el próximo tinto que nos tomemos sea de café importando. Quien lo creyera, hasta hace muy poco éramos uno de los países que más exportaba café, desde que en 1730 la Compañía de Jesús lo trajo a nuestra tierra, para convertirse en el siglo XX en el principal producto de exportación. A decir del jesuita José Gumilla, donde primero se sembró café fue en la misión de Santa Teresa de Tabajé entre el río Meta y el Orinoco.
A partir de entonces ese producto lo consideramos nuestro, que nos representa, estando hoy en peligro por la errática política cafetera desplegada por la Federación Nacional de Cafeteros, empleo anterior del inepto ministro de defensa, Gabriel Silva Luján. Hoy importamos café del Perú, Guatemala y México, incluso para reexportarlo como producto nacional, política que a la larga generará rechazo internacional contra nuestro café, que tiene excelente nombre en el exterior, rompiendo así la racha exportadora que tenemos desde 1835. Esta situación esta oculta por la contienda electoral, donde nada se dice al respecto, teniendo en J.M. Santos como uno de sus propiciadores.
El entramado cafetero está integrado por la Federación Nacional de Cafeteros creada el 27 de junio de 1927, en el gobierno de Abadía Méndez, como una empresa del sector privado, sin ánimo de lucro, que debe cumplir tareas de Estado, entre ellas trazar la política de producción y comercialización del café, la que administra el Fondo Nacional del Café creado por el decreto 2078 de 1940 como cuenta del tesoro nacional, que recauda dineros por la venta del café para usarlos en la adquisición del necesario para atender los compromisos internacionales y para el servicio de operaciones de crédito, siendo una forma de defender la industria cafetera. Sus recursos son públicos y tienen por finalidad estabilizar el ingreso cafetero mediante la reducción de los efectos de la volatilidad del precio internacional.
La Federación tiene al Comité Nacional de Cafeteros como su máxima instancia de dirección del Fondo, que se reúne por derecho propio en el último bimestre de cada año en Bogotá, a donde concurren delegados de todo el país cafetero, pertenecientes a los Comités regionales, delegados que son elegidos por el voto de los caficultores, aquellos que tiene su cédula cafetera.
Esa Federación ha demostrado sus malos manejos desde cuando muchas de sus empresas tuvieron que ser vendidas o liquidadas como el Banco Cafetero, Concasa, la Flota Mercante Gran Colombiana, el equipo Café de Colombia, y ahora las tiendas Juan Valdez, las que contrario a lo que se pudiera pensar, están arrojando grandes perdidas, no solo en el país, sino sobre todo fuera, donde en varios países se han abierto tiendas en costosos locales, las que no producen ni para el arriendo, lo que sin embargo no ha disuadido a sus directivas para dar un viraje al negocio. No es sino ver la renuncia de uno de los más serios miembros de su junta directiva, Juan Camilo Restrepo.
Este año la producción nacional no llegara a 7.9 millones de sacos[1], cuando la Federación había sostenido que produciríamos en el 2010, 12 millones, por los que el país se comprometió internacionalmente. Hoy el país no pude cumplir, cayendo en verdaderas paradojas, producimos el mejor café pero degustamos apenas pasilla o vagazo, pero además importamos café de menor calidad para exportarlo como si fuera nacional, engañando a los compradores. Todo eso cuando el país produjo algo así como 7.8 millones de sacos de café el año pasado, producción exportada, sin tener en cuenta los 2 millones de consumo interno, los que seguramente fueron importados, aprovechando que aquí se consume café de baja calidad. No es sino recordar lo que dijo el chef francés Bertrand Esnault en una visita para un encuentro gastronómico en Popayán, que nuestro café tenía sabor a “agua sucia”.
Unas 500 mil familias cafeteras están sumidas en una profunda crisis, resultado de la nefasta política agropecuaria desarrollada en el país, donde el agro es la cenicienta, cuando somos un país de vocación agrícola, lo que nos permitiría producir el alimento de todos los colombianos, y el excedente exportarlo. Pero no, aquí contrario a lo que pasaba cuando Uribe llegó en el 2002 al gobierno ya no importamos 4 millones de toneladas de alimentos (arroz, trigo, cebada, frijoles, huevos, maíz, etc.), sino casi 10 millones, estando la tierra productiva en manos de mafiosos que las usan para cuidar caballos o hacer piscinas, todo bajo la mirada del actual gobierno. Es que hasta papa estamos importando.
También está en crisis el negocio de la panela, cuando el azúcar ha subido su precio, mientras los industriales de la caña producen biodiesel, el que les da más utilidad. Pero el sector ganadero también entrará en colapso si se firma el TLC con Europa. En resumen el campo está en liquidación, cuando el país debe convertirse en una despensa mundial. No es sino ver la política agrícola de EE.UU. y de los países desarrollados, que consideran a la seguridad alimentaria como un componente de la seguridad nacional.
Hoy la exportación de café ha caído convirtiéndose en el cuarto renglón de exportaciones tras el petróleo, el carbón y el oro. Además las importaciones han traído plagas a la siembra nacional, roya y broca, golpeando a los pequeños productores, que se ven relegados por el alza de los fertilizantes, a consecuencia de la subida del precio del petróleo, que no aumenta los ingresos de Ecopetrol por las concesiones que las multinacionales manejan en el país.
Hoy el agro está en crisis, incluyendo el producto más emblemático, llevando consigo medio millón de familias colombianas, todo para mantener una Federación que está de espaldas a los caficultores, requiriéndose una solución pronta. Ver las actuaciones del actual Ministro de Defensa explica la situación de la Federación. La pregunta es ¿donde están los organismos de control?.
[1] 60 kilos de café verde. Medida internacional.