Si el pueblo entiende y se moviliza, un mundo decente sí es posible
César A. Luque F.
31/10/10
En la Edad Media fue creado uno de los estados más antiguos, Francia. Su antecedente es la Galia, poblada por los galos, pueblo celta indoeuropeo. Su nombre se le debe al pueblo germánico de los francos, quienes en el siglo V invadieron la zona junto a los visigodos, después que los hunos de Atila hubieran fallado en ese cometido. Sobre la fecha desde la que se puede hablar de Francia no hay consenso. Mientras unos dicen que desde el Tratado de Verdún (843), otros dicen que es desde el acceso de Hugo Capeto al poder en el 987.
En el siglo XVII allí se instauró una monarquía absoluta, consolidada por Luis XIV, el “Rey Sol”, dando nacimiento al “Despotismo ilustrado”. La Ilustración fue el periodo anterior a la Revolución Francesa (1789), donde sobresalieron las ciencias y las artes, especialmente a partir de la creación de la Enciclopedia por Denis Diderot y D´Alambert, donde tuvieron especial preponderancia Jean Jacques Rousseau y Voltaire, autores del Contrato Social y El Tratado de la Tolerancia. El enciclopedismo permitió que el pensamiento racional influyera en la implantación de un nuevo modelo, cuando a través de la revolución la burguesía, clase social con poder económico, pero no político, obtuvo este último. Ese nuevo modelo influiría en todo el mundo occidental, tras la proclamación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, bajo los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Pasados 221 años, tras sembrar las bases del Estado burgués, con habitantes con un nivel de vida decente, el pueblo francés se levanta ahora para protestar por la implementación de un nuevo régimen pensional, donde se requerirán dos años más para llegar a la pensión. París y cientos de ciudades más, son escenario de levantamientos, donde más de 3.5 millones de franceses tienen paralizado al país desde hace una semana. En ese levantamiento se unieron trabajadores, desocupados, estudiantes, sindicalistas, todos concientes que el cambio los afecta, a mediano y largo plazo. Son un ejemplo, para quienes piensan que únicamente hay que levantarse cuando se nos ataca directamente, pero no cuando son nuestros pares, nuestros hermanos los afectados. Hoy más que nunca se hace necesario, cuando el mercado se globalizó, que la resistencia también sea global, retomando el llamado de Marx, “proletarios del mundo, uníos”.
Al mismo tiempo en California, el estado más rico de los EE.UU., el próximo martes 2 de noviembre, el pueblo votara un referendo por el que se intenta legalizar la producción, venta y consumo de marihuana, esa por la que empezamos a matarnos en Colombia en la década de 1970, masacre que se aumentó con el auge de la cocaína en la siguiente década y que hoy se mantiene, luego que el narcotráfico tocó todas las capas de la sociedad, donde se ha impuesto una doble moral. Mientras la economía nacional ha sobrevivido relativamente bien, aún en medio de la crisis mundial, entre otras cosas, por contar con el dinero del narcotráfico, estamos en medio de una guerra contra ese fenómeno que no nos pertenece, le pertenece a los EE.UU. donde se consume nuestra cocaína. Guerra que además aquí se le da un tinte moral, cuando es un problema de orden económico. Los EE.UU. lo tienen claro, o sino porque muchos de los extraditados a ese país reciben penas ridículas a cambio de entregar grandes sumas de dólares, esos que aquí financian a paramilitares y guerrilla.
Ahora es que se abre la discusión sobre la legalización del narcotráfico, primero de la marihuana, legalización que pondría ese problema en el plano del control del Estado, donde el tráfico debe ser gravado con impuestos, para que pueda fumar o aspirar quien quiera, pagando por ello, mientras el Estado se dedica a cobrar impuestos y a adelantar programas educativos que busquen que los jóvenes y en general toda la población no caiga en el consumo. La prohibición es el negocio, sin ella dejará de serlo, por lo menos tan rentable. Por primera vez en un estado de los EE.UU. dejan a un lado la hipocresía poniendo a consideración del pueblo la decisión de legalizar el narcotráfico, cuando precisamente en México se desarrolla una guerra que está dejando resultados nefastos.
Por fin se pone sobre la mesa el tema de la legalización, frente al que los gobiernos de Colombia y México, de manera hipócrita se oponen, sin importar que la guerra contra las drogas es un fracaso, que está acabando a ambos países tras corromper jueces, fiscales, policías, artistas, políticos, y en general a la sociedad, donde se ve con buenos ojos el dinero del narcotráfico, pero se niega su legalización. No hay que olvidar, cual fue el proceso por el que el whisky fue legalizado, tras desatar una guerra sangrienta contra Al Capone, su principal contrabandista, para que hoy sea elemento de distinción tomar esa bebida. Muy seguramente en varias décadas se verá como signo de estatus consumir marihuana, pero sobre todo cocaína.
En nuestra vida nacional, vale la pena plantear la legalización de la producción, trafico y consumo de marihuana, cocaína y heroína, para dedicarnos a sacar al país del hueco en que se encuentra. Esa debería ser una constante en el ejercicio político de quienes pertenecemos al Polo Democrático Alternativo, después que dentro de su ideario se aprobó en el II Congreso tenerla como una de sus banderas. Deberíamos dejar de ser hipócritas, para a partir de la razón, plantearnos la creación de una sociedad nueva, libertaria, donde no quepan los sectarismos, el racismo, la discriminación, y cualquier forma de exclusión. Ojalá los californianos empezando por San Francisco, aprueben la legalización, eso permitiría ahondar en el tema, incluso teniendo en su contra a los gobiernos de Obama, Santos y Calderón, mientras incluso, tras aceptar su derrota la apoyan César Gaviria, Fernando Cardozo, Ernesto Zedillo y Vicente Fox, además del mayor usurero del mundo George Soros, que donó un millón de dólares para promocionar el referendo, previendo un nuevo negocio que le ha de dar miles.
De París y de San Francisco salen lecciones para todo el mundo, de nosotros depende aprender de ellas, o por el contrario dejarlas pasar sin pena, ni gloria.
Nota: En España dejó de existir a sus 92 años, Marcelino Camacho Abad primer secretario de las Comisiones Obreras (CC.OO.), padre del sindicalismo moderno español. Por su lucha varias veces padeció la cárcel. Fue enviado a campos de trabajo forzoso en el norte de África, debiendo ir al exilio por 13 años.
Desde los 16 años contribuyó a la organización de un sindicato, mientras a los 17 se afilió al Partido Comunista. Participó en la Guerra Civil. Escapó de la cárcel en 1943 yéndose a Marruecos y Argelia. Volvió a España en 1957. Se convirtió en un profesional del oficio de la metalurgia. Tras salir de la clandestinidad en 1977 fue elegido secretario general de las CC.OO. Una vida en defensa de los trabajadores ha terminado, otras se levantan aquí y en el mundo entero. La lucha de Marcelino continúa, más cuando fue él quien interpretó el sindicalismo con una profunda vocación unitaria, como lo dice Ignacio Fernández Toxo, actual secretario de las CC.OO, ya que sembró el germen de las acciones unitarias de ésta y la UGT.
No se olvidaran las palabras que Marcelino decía respecto de la lucha obrera: “ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”, además de: “siempre adelante y siempre a la izquierda”.