ATAQUE SOTERRADO AL SINDICALISMO COLOMBIANO

Atacado desde 1909 cuando se fundó el primer sindicato, hoy enfrenta uno peor, más preparado, soterrado y revestido de éxito, usando “lideres” sindicales

César A. Luque F.

13/06/10

En Colombia, gobiernos de turno y empresarios, han mostrado al movimiento sindical como algo dañino, destructivo. Imagen que hoy comparte gran parte de la sociedad colombiana, siendo que el sindicalismo es necesario en cualquier Estado que se precie de ser democrático, por representar los legítimos intereses de la clase que genera la riqueza de un país, la trabajadora. Aquí ha sido especialmente estigmatizado, tachado, y hasta eliminado de manera física, cuando son asesinados sus miembros y sus dirigentes, o personas afines a sus luchas. Esa ha sido la historia de nuestro sindicalismo. Ha sido perseguido de diferentes formas, incluyendo ataques desde adentro. A ese panorama es que se enfrenta actualmente el sindicalismo colombiano.

En 1909 se creó el primer sindicato, en Sonsón, el de artesanos, recibiendo la clase trabajadora, que se intentaba organizar, en las décadas siguientes, ataques indiscriminados. Así fue que se dio en Bogotá la masacre de los sastres en 1919, cuando gobernaba Marco Fidel Suárez; la masacre petrolera en Barrancabermeja en 1924 contra trabajadores de la Tropical Oil Company; la masacre de las bananeras en 1928 en Ciénaga, episodio que fue recreado por Gabriel García Márquez en su obra, Cien años de soledad y denunciada en su oportunidad por Jorge Eliécer Gaitán. Esas luchas en que murieron valerosos hombres y mujeres colombianas trajeron sus frutos a mitad del Siglo XX, la materialización de los derechos laborales, esos que hasta hace unas dos décadas tenían todos los trabajadores colombianos, los que se han venido perdiendo, mientras los grandes empleadores obtienen más ganancias.

Desde 1986 han sido asesinados en todo el país 2.672 sindicalistas, asesinatos que permanecen en la más absoluta impunidad. Apenas unas pocas condenas se han dado. Hoy algunos crímenes se vienen esclareciendo por la confesión de algunos paramilitares que hacen parte del proceso de justicia y paz. Ellos han manifestado incluso la responsabilidad de algunas multinacionales en asesinatos contra líderes sindicales. En entredicho está la responsabilidad de empresas como la Drumond, Coca Cola y la Chiquita Brands, especialmente ésta última, que luego de varios cambios de razón social cambió su nombre original, United Fruit Company (Compañía Frutera Unida). Está demostrado que la Chiquita financió a los paramilitares de Carlos Castaño, así lo aceptó ante la justicia de EE.UU. por lo que tuvo que pagar 25 millones de dólares de multa, estando impune su responsabilidad en nuestro país. También está demostrado que usaba su puerto libre para la exportación del banano en Urabá para por allí ingresar armas para los paras, todo lo cual sigue impune.

En el informe del sindicalismo mundial la Confederación Sindical Internacional (CSI) a la que pertenecen la CUT, CTC y CGT, dijo que en el 2009 en el mundo fueron asesinados 101 sindicalistas. De ellos 16 lo fueron en Guatemala y 48 en Colombia, eso demuestra nuestra situación. Este año van 29 asesinados.

Con esa situación se empezó en Ginebra (Suiza) la 99ª Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde se discutió en la Comisión de Normas, si se hacía necesario tener a Colombia entre los 25 países donde más violaciones contra los derechos de los trabajadores se daba, para que la organización de la ONU ejerciera una especial vigilancia sobre la situación. Tanto el gobierno como los empresarios se opusieron a que el país siguiera siendo incluido en esa lista, recibiendo el apoyo de los empresarios de otros países, lo que es razonable, lo que si no es razonable es que a esa petición se uniera la Confederación General del Trabajo (CGT), en cabeza de Julio Roberto Gómez. Colombia fue excluida, como si aquí no pasara nada. Ese hecho enorgullece al gobierno nacional, que en una semana se ha dedicado por todos los medios a resaltarlo con argumentos vanos. El Presidente, el Vicepresidente y el Ministro de Protección no han escatimado elogios para el “dirigente” sindical Julio Roberto Gómez, por apoyarlos.

Gómez hasta el 30 de mayo integrante del más importante cuadro de asesores de Gustavo Petro, candidato presidencial del Polo, manifestó que adhería la campaña del candidato del Partido de la U, continuador del actual gobierno, Juan Manuel Santos quien tiene como candidato a la vicepresidencia al ex sindicalista y ex militante del Partido Comunista, Angelino Garzón, personaje que desde hace ya varios años dejó atrás su pasado social para convertirse en un acérrimo defensor de los intereses de esa clase que tiene sometida a la clase trabajadora colombiana. Desde su gobernación del Valle del Cauca apoyó la firma del TLC con EE.UU., ahora sostiene que a los sindicalistas en Colombia nadie los persigue, y los derechos de los trabajadores son plenos.

Olvida Garzón que existen las Cooperativas de Trabajo Asociado (CTA), los contratos precarios, un alto índice de desempleo, mayor de subempleo, los contratos de Orden de Prestación de Servicios (OPS), el asesinato de sindicalistas, en fin, un panorama oscuro para los trabajadores, cuando los sectores más importantes de la economía están siendo ocupados por multinacionales que atacan aún más a los trabajadores para enriquecer sus arcas, violando los derechos laborales, esos que cada día son menos. A ese olvido se une ahora Gómez y otros sindicalistas, esos que hay necesidad de señalar, para ir encontrando los enemigos internos.

Oía a Evo Morales, que atribuía sus logros colectivos a que en un momento tuvieron que detener sus luchas, para hace una autocrítica, buscando la razón de porque no avanzaban. La respuesta fue que tenían enemigos internos, que son más peligros que los externos. Pues salieron de ellos, los expulsaron. Eso les permitió seguir hacía la victoria. Hoy viene un ataque soterrado desde el desde el nuevo gobierno, usando a esos falsos líderes, Garzón y Gómez, quienes temo se convertirán en los peores enemigos de aquellos de quienes aparentemente eran amigos, pero que realmente les sirvieron fue para llegar a donde están, donde saciaran sus inmorales intereses, diciendo como loros que representan a los trabajadores. Ese mismo ejercicio lo deberemos hacer en el PDA donde abundan los enemigos internos, si queremos avanzar. La tarea es dura, pero necesaria. Las alertas están puestas.       

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