¿BICENTENARIO DE QUÉ?

Paradójico celebrar la independencia cuando tenemos bases militares gringas y las multinacionales han llegado por mano de obra barata, casi semiesclava

César A. Luque F.

18/07/10

Ahora que el gobierno anuncia con bombos y platillos la celebración de la independencia, es justo preguntarse ¿el 20 de julio de hace 200 años nos independizamos? Veamos algunos de esos hechos para intentar una respuesta, ya que hoy si podemos adelantar es otra respuesta, hoy no somos independientes, cuando a nuestro país han llegado bases militares de otro país, las que atentan contra nuestra soberanía, pero además, ponen en peligro a toda América del sur, y las multinacionales han venido apoderándose de los principales sectores económicos del país, explotando a sus trabajadores.

El viernes 20 de julio de 1810, Santafé hervía, ya que era día de mercado en la plaza (hoy Plaza de Bolívar), escenario de una revuelta preparada a partir del incidente del florero del español José González Llorente, por los criollos, hijos de españoles nacidos en América, que buscaban se les diera el trato de sus superiores, ya que les estaba prohibido llegar a algunos cargos, tal como había denunciado uno de los más importantes criollos, Camilo Torres Tenorio en el Memorial de Agravios, documento que nunca envió a la Corona española.

Alcanzar la burocracia era la meta, la que cambio con el transcurrir de los hechos. Cuando la tarde caía, las chicheras, vivanderas y todos los que habían llegado a vender sus productos, provenientes de Bosa, Usaquén, Fontibón, Usme o Engativa empezaron a abandonar al Tribuno del Pueblo, José Acevedo y Gómez, quien ante ese hecho, quedarse solo al frente de una revuelta, pronunció el famoso discurso sobre el momento de efervescencia, momento en el cual al centro del mercado fueron llegando almas, y más almas, como se les decía a los habitantes en esa época, llegando a un número aproximado de 8.000, en una ciudad de apenas de 22.000.

La llegada de los nuevos dolientes no era espontánea, sino que fue el resultado del trabajo revolucionario de José María Carbonell, el Chispero, que casa por casa por los barrios Belén, Egipto, Las Cruces y San Victorino los llamó a salir en búsqueda, ellos sí, de la independencia. Así el pueblo cambiaba el rumbo de la revuelta, situación a la que no estaban dispuestos los señoritos criollos.

En la madrugada del 21 de julio, los dirigentes, que ya eran más, después que se hubiera asegurado el resultado, firmaron un Acta de Independencia, donde se lograba una escasa autonomía, bajo el mando del monarca español, Fernando VII, preso de las tropas napoleónicas. Por esa acta se creaba una Junta Suprema de Gobierno, que pasó a ser presidida por el hasta entonces virrey, Antonio Amar y Borbón, siendo el vicepresidente, el criollo José Miguel Pey. La presión popular obligó a que los virreyes fueron llevados a prisión, primero en confortables habitaciones, y luego, tras más presión, a las cárceles comunes, de donde saldrían, para ser desagraviados y enviados a Cartagena, tras pagarles, partiendo para siempre de tierra americana.

Así los criollos, que iniciaron una revuelta para llegar al poder, se encontraron con una autonomía, que estaban dispuestos a defender, más no llegar a la independencia. El hecho siguiente lo corrobora. Con Pey en el poder, este lo primero que hizo fue ordenar la detención de Carbonell, Manuel García y Joaquín Eduardo Pontón, convirtiéndose en los primeros presos políticos. También fue prohibida cualquier reunión, forma de anticipar otra revuelta, que sacara a los criollos del poder.

El verdadero rompimiento con España se dio el 11 de noviembre de 1811 en Cartagena y en 1812, cuando el presidente Antonio Nariño logró que le fuera aprobado el texto de la Constitución de la República de Cundinamarca, norma en la que se estableció la ruptura total con los ibéricos, momento a partir del cual se desató el enfrentamiento centralista – federalista, ese que constituyó el periodo de la Patria Boba, la que permitió la rápida reconquista de los españoles, representados por el ejército liderado por el matarife, Pablo Morillo, que ingreso victorioso a Santafé el 26 de mayo de 1816, implantando el llamado régimen del terror, pasando por las armas a más de 370 hombres y mujeres acusados de haberse levantado contra el rey.

Esos hechos son los que hoy nos llaman a celebrar, los que creo, más bien debemos es conmemorar, es decir, analizarlos, para sacar de ellos las lecciones que nos permitan ser algún día verdaderamente independientes. No es celebrando ciegamente esa fecha, haciendo populismo en los 1102 municipios del país, donde se darán conciertos gratis, banalizando el acontecimiento, para acallar sus enseñanzas, forma usada de manera reiterativa por nuestros gobernantes, para someter ideológicamente al pueblo, ese colectivo compuesto por los colombianos que no tienen privilegios, que apenas sobreviven, cuando nuestro país posee todos los elementos para que vivamos bien, no solamente mejor.

La fecha del 20 de julio, que por la ley 60 de 1873 fue consagrada la fecha nacional, debe es proyectarnos a una segunda independencia, esta vez de los grandes conglomerados económicos, de las potencias mundiales, que por el accionar cómplice de la clase que tradicionalmente nos ha mal gobernado se adueñan de nuestros recursos, y nos empujan al consumismo, a la idiotización colectiva, a la falta de critica, al desconocimiento, a lo fatuo, a lo banal, lo falto de contenido, de valores, de ética, de moral. Esa situación nos debe llevar a repensar nuestra realidad, para entenderla, y sobre todo para transformarla, dejando de ser espectadores y convirtiéndonos en protagonistas del cambio social que requiere Colombia, para convertirla en un país libre, digno, solidario y soberano, donde el trabajo se convierta en el motor del progreso colectivo, y no de la explotación, donde sólo una parte se beneficia, mientras la otra apenas sobrevive para enriquecerla.

Nada tenemos para celebrar, pero si mucho para aprender, pero sobre todo, para trabajar por dejarle a las nuevas generaciones un país decente, no uno miserable en que estarían condenados a la explotación, y a vivir indignamente. El trabajo está por hacer….                                                              cesarluque@yahoo.com

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