A propósito de la interrupción de la mediación de Chávez por Uribe Vélez
César A. Luque F.
26/11/07
En todas partes el ciudadano ordinario tiene un código moral muy superior al del gobierno al que debe fidelidad.
Henry Miller
La respuesta a la pregunta, parece ser que no a más de un grupo de dolientes, los familiares de los secuestrados, sus amigos, o aquellos que los conocen y algunos podría llamarse espontáneos que han entendido el drama. También les importa el problema a los desplazados por la violencia, sus familias, y otros espontáneos que han visto la miseria en que ellos viven, pero a quien si no le importa es al actual gobierno encabezado por el presidente ALVARO URIBE VÉLEZ, acompañado para desgracia de Colombia y de los colombianos por personajes tan oscuros como LUIS CARLOS RESTREPO, JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN, CARLOS HOLGUÍN SARDI y FELIPE ARIAS para nombrar apenas a unos pocos, aunque son más, todos los colombianos los conocemos.
La afirmación anterior queda demostrada por los hechos que han venido sucediendo en los últimos tres meses. Uribe en forma intempestiva, como todo lo de él, designó a Piedad Córdoba y Hugo Chávez, hace unos tres meses y medio como mediadores para intentar con las FARC un acuerdo humanitario para que devolviera a los secuestrados a cambio de algunos de los guerrilleros presos, acuerdo humanitario que nada tiene que ver con un proceso de paz, ya que éste último implica una negociación que tenga como finalidad la terminación del conflicto. El acuerdo apenas busca regresar a casa a quienes prestando un servicio al Estado colombiano, fueron secuestrados por el grupo guerrillero. En la designación nada tuvieron que ver los designados, quienes aceptaron la tarea.
A partir de ese momento la tarea de Córdoba y Chávez empezó a ser torpedeada desde el gobierno, el que si estuviera interesado verdaderamente en el acuerdo habría ordenado a sus integrantes no pronunciarse al respecto. El primero en querer hacerse ver como un valiente contradictor de las FARC, fue “Uribito”, el Ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias quien empezó a mover un movimiento contra el despeje que exigen las FARC para hacer el acuerdo, cerrando así la negociación. Nadie que va a negociar algo puede salir a gritar a los cuatro vientos que no aceptara una de las exigencias, la que puede que no se acepte pero dentro de la misma negociación. A la copia mal tomada de Uribe, le siguió el Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos que no desperdicio escenario para manifestarse en contra de la intermediación de Chávez, a quien detesta por no ser de su estrato social, ni defender lo que el defiende, los privilegios de sus socios de clase, no hay que olvidar que Santos organizó una fiesta siendo Ministro del gobierno Pastrana en el 2002 para celebrar el derrocamiento del presidente venezolano, por lo que Uribe antes de nombrarlo consultó su designación con el propio Chávez, quien manifestó no estar interesado en inmiscuirse en los temas colombianos, ante lo cual fue designado otro Santos en el gobierno, ya estaba su primo, Francisco Santos.
Ya después que Chávez y Piedad Córdoba adelantaran contactos con las FARC y que reunieran con Iván Márquez, uno de los líderes más emblemáticos de esa agrupación guerrillera, salió el somnoliento Ministro del Interior y Justicia, Carlos Holguín a decir en forma por demás irrespetuosa que Chávez y Márquez se habían reunido a hablar de música costeña, sin que ningún tipo de reproche se hiciera sentir desde la Presidencia de la República, porque esa era la forma de preparar el golpe final, la interrupción de la intermediación. Durante todo este tiempo quien adelantaba la tarea de “poner minas quiebrapatas” era el tristemente celebre, Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, persona que pareciera otra respecto de aquella que escribió libros como el Derecho a la Ternura, se dedicaba a torpedear el proceso, reuniéndose con jefes paramilitares con los que ha estrechado sus lazos más allá de su tarea de representante del gobierno.
Todo lo anterior fue el preámbulo para que Uribe al principio de la semana pasada suspendiera la mediación de Chávez, sin ni siquiera comentarle a él primero, como lo establece la mínima diplomacia, cobijado por la excusa más estúpida que podía esgrimir, la de que Chávez habló sin su permiso con el general Montoya, quizá el más oscuro oficial del Ejército, no solamente por su falta de inteligencia, sino por los apoyos que ha recibido, no hay que olvidar la que denunciaron algunos formadores de opinión que le fue brindada en la Comuna 13 de Medellín por grupos de paramilitares, incluso con pancartas que fueron registradas por la televisión.
Así concluyó el sainete de Uribe en el que utilizó a dos personajes que son muy dados a aparecer en los medios, Piedad Córdoba y Hugo Chávez, a quienes sin embargo, no se les puede endilgar responsabilidad alguna, sino por el contrario, se les debe agradecer sus buenos oficios, por los que además merecían respecto por quien los había designado como intermediarios, de quien ahora recibieron fue un insulto y como dijo el propio Chávez, una traición, la que se dio debido a que el gobierno nunca tuvo la intención de adelantar el intercambio humanitario, jugando en forma miserable con el dolor de secuestrados y sus familiares, como ha jugado con millones de desplazados que deambulan por el país, sin recibir la protección que hace años ordenó la Corte Constitucional, mientras que a sus verdugos los tiene protegidos y por ellos ha dado las más importantes batallas contra la Corte Suprema de Justicia y la oposición encarnada en el Polo Democrático Alternativo.
No olvidemos que los paramilitares desmovilizados, que incluye mucho embuchado, reciben casi un millón de pesos mensuales por dos años, al tiempo que sus víctimas piden limosna en los semáforos bajo la mirada indolente de toda la sociedad que trata de pasar lejos de ellos, quizá porque muchos se sienten culpables por omisión de la desgracia que ellos padecen al haber votado por la reelección presidencial. Esos mismos que miran a los desplazados como si no fueran personas, son los mismos que miran a quienes pedidos el acuerdo humanitario como guerrilleros, sin importar el dolor de miles de colombianos, claro porque ellos no tienen familiares secuestrados, ni desplazados, pero lo peor de todo no tienen el más importante sentimiento social, la solidaridad, la que si recibirán cuando caigan en desgracia. Ahora además de haberse sepultado otra esperanza de intercambio, se pusieron en peligro las relaciones comerciales colombo – venezolanas que significan 6.000 millones de dólares al año, 4.500 de exportaciones y 1.500 de importaciones. Cuantos empleos más perderemos, impuestos, en fin bienestar social por la irresponsabilidad del gobierno de Uribe Vélez que pretende otra reelección.
Es hora de que el pueblo colombiano vuelva a estremecerse por la atrocidades que sufre el país, y empecemos quienes nos duelen los secuestrados, los desplazados, los pobres, los torturados, los presos injustamente, los trabajadores abusados por sus empleadores, los desempleados, los informales, las mujeres violentadas, los niños creciendo en un sistema ignominioso, a movilizarnos contra esas desventuras y contra el gobierno indolente que “dirige” nuestros destinos bajo la mirada cómplice de muchos, pero no de todos. Termino haciendo otra pregunta, la palabra la tiene el pueblo, ¿será que vamos a ser inferiores a nuestra responsabilidad?, ustedes que dicen.