Muchos creen que es una fiesta, cuando debe ser un día para la memoria
César A. Luque F. 26/04/14
Ahora que los medios de comunicación banalizan todo, en busca de eliminar cualquier oposición al injusto modelo económico que representan, los trabajadores no pueden caer en la banalización del 1º de mayo, que no es un día festivo, ni de descanso, o para salir de compras, sino que es el día para conmemorar la lucha obrera, esa que nos ha dado los derechos que ahora conocemos, muchos de los cuales nos han quitado sin mayor esfuerzo.
Esa lucha la encarnan los Mártires de Chicago, injustamente condenados en 1886, por levantarse, valientes, con miles y miles de trabajadores a su lado, contra las oprobiosas condiciones de trabajo y por alcanzar que la jornada de diaria fuera de ocho horas, cuando era de diez, doce, catorce o más horas, para que quienes generan la riqueza con sus manos y su inteligencia, los trabajadores, pudieran vivir de manera humana, y que la plusvalía que los explotadores logran por su trabajo fuera menor.
Al finalizar el siglo XIX los levantamientos obreros estaban a la orden del día, por lo que la Federación de Sindicatos de EE.UU. aprobó en 1884 que a partir del 1º de mayo de 1886 se irían a huelga hasta lograr la jornada de las ocho horas. Ya los trabajadores habían entendido el reto, tanto así que los Caballeros del Trabajo que agrupaba a 100.000 obreros en 1885, al año siguiente tenían en sus filas 700.000. A la cita llegaron miles de trabajadores, que tenían como lema: “Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día para comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana” rematando con la orden a marchar. ¡Cobardes a la retaguardia! y ¡Hombres al frente!
El 1º de mayo fueron paralizados miles de centros de trabajo en Detroit, Nueva York, Cincinnati y Chicago, donde unos 30.000 salieron a la calle, mientras algunas empresas contrataban esquiroles, rompe huelgas, para seguir funcionando como la McCormick. El 2 los trabajadores de esa planta protestaron por 1.200 despidos, siendo atacados por la Policía. Varios fueron los muertos, y muchos más los heridos. El 3 la huelga aumentó. Solo en Chicago salieron a las calles 80.000 obreros. Para el 4 fue programada una reunión, con la ciudad paralizada. Cuando salían los últimos trabajadores de la reunión, la Policía los atacó, explotando una bomba que mató a un policía.
Al otro día los periódicos pedían la muerte para los autores de la explosión. Ese día en Milwaukee hubo una masacre de trabajadores, mientras en Chicago fueron detenidos ocho revolucionarios, George Engel, Samuel Fielden, Adolf Fischer, Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons, Oscar Neebe y August Spies, miembros de la Asociación Internacional del Pueblo Trabajador, llevados a juicio, en el que desde el inicio se sabía el veredicto, culpables, fallo sustentado en falsos testigos, que fue leído el 28 de agosto de 1886. El único que se salvó de la pena de muerte fue Neebe condenado a 15 años de prisión.
Luego del fallo les dieron el uso de la palabra. Spies dijo: “Podéis sentenciarme, pero al menos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la Libertad y la Justicia (…) si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y desafió el alto precio. Llamen al verdugo.”
Parsons dijo: “Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. (…) El sistema capitalista está amparado por la ley, y de hecho la ley y el capital son la misma cosa. Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente.”
Engel dijo: “Sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. (…) Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quienes son sus enemigos y sus amigos.”, lo que hoy todavía a veces no saben.
Fischer dijo: “Este veredicto es un golpe de muerte a la libertad de prensa, a la libertad de pensamiento, a la libertad de palabra en este país. El pueblo tomará nota de ello. (…) Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces, yo les digo muy alto, disponed de mi vida.”
Lingg dijo: “Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras tenga aliento… os desprecio, desprecio vuestro orden, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad. Ahorcadme.”
Neebe dijo: “vi que los panaderos de esta ciudad eran tratados como perros.. Y entonces me dije: a estos hombres hay que organizarlos, en la organización está la fuerza. Y ayude a organizarlos. Fue un gran delito. Aquellos hombres ahora, en vez de estar trabajando catorce y dieciséis horas, trabajan diez horas al día. (…) Pues bien: me apena la idea de que no me ahorquéis, honorables jueces, porque es preferible la muerte rápida a la muerte lenta en que vivimos. (…) Yo os suplico, dejadme participar de la suerte de mis compañeros, ahorcadme con ellos.”
Fielden dijo: “hubo quien me dijo que el socialismo significaba la igualdad de condiciones, y ésta fue la enseñanza. Comprendí en seguida aquella verdad, y desde entonces fui socialista. Aprendí cada vez más y más, reconocí la medicina para combatir los males sociales, y como me juzgaba con derecho para propagarla, la propagué. Yo he invocado los principios del socialismo y de la economía social y ésta, y sólo por ésta razón me hallo aquí y soy condenado a muerte. (…) Si me juzgáis convicto de haber propagado el socialismo, y yo no lo niego, entonces ahorcadme por decir la verdad. (…) Yo amo a mis hermanos, los trabajadores, como a mí mismo. Yo odio la tiranía, la maldad y la injusticia.
Schwab dijo: “Todos los días se cometen asesinatos; los niños son sacrificados inhumanamente, las mujeres perecen a fuerza de trabajar y los hombres mueren lentamente, consumidos por las rudas faenas, y no he visto jamás que las leyes castiguen estos crímenes. (…) El socialismo, tal como nosotros lo entendemos, significa que la tierra y las máquinas deben ser propiedad común del pueblo. ¿Qué han hecho los partidos tradicionales por el pueblo? Prometer mucho y no hacer nada, excepto corromperlo comprando votos en los días de elecciones.”
Antes de la ejecución, a Fielden y Schwab les conmutaron la pena por la cadena perpetua. Lingg apareció muerto en su celda, y durante muchos años se dijo que se suicidó, aunque ahora varios historiadores han sostenido que fue asesinado. El 11 de noviembre de 1887 fueron ahorcados Spies, Engel, Parsons y Fischer, momento en que Spies gritó: “la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora.”
Cuando más de medio millón de trabajadores acudieron al sepelio de los Mártires, ya varios empresarios habían empezado a implantar la jornada de trabajo de ocho horas. En 1893 Fielden, Schwab y Neebe fueron dejados libres, y en 1938 en todos los EE.UU. se implantó la jornada de ocho horas.
En honor de los Mártires el Congreso Obrero Socialista de la II Internacional en París en 1889, declaró el 1º de mayo Día Internacional de los Trabajadores, como una jornada de lucha reivindicativa, donde se recuerde el horrendo crimen que cometieron los poderosos, intentando atajar las justas peticiones de los trabajadores, que siguen siendo explotados y sobreexplotados, para que unos pocos gocen las mieles del bienestar, incluidos hoy hasta algunos traidores que dicen representar a los más desvalidos. Años después el gobernador de Illinois John Peter Atlgeld demostró que los enjuiciados eran inocentes, y que su condena se dio por razones de Estado, luego de haber hasta designado algunos miembros del jurado fraudulentamente, juzgándolos colectivamente y no individualmente como corresponde en el derecho penal.
El gobernador Atlgeld dijo del juez: “actuó con maligna ferocidad y forzó a los ocho hombres a aceptar un proceso en común, cada vez que iban a ser sometidos a un interrogatorio los testigos suministrados por el Estado, el juez Gary obligó a la defensa a limitarse a los puntos específicamente mencionados por la Fiscalía, a la que si le permitió toda clase de vericuetos políticos y leguleyerías extrañas al asunto motivo del proceso”. El fiscal Grinnel había dicho en su alegatos: “Señores del jurado, declarad culpables a estos hombres, haced escarmiento con ellos, ahorcadles y salvaréis a nuestras instituciones, a nuestra sociedad”.
Ese sacrificio merece que hoy lo honremos, en unas multitudinarias marchas por las calles de municipios y ciudades de Colombia, demostrando tanto a empresarios como al Gobierno Nacional, que los trabajadores estamos dispuestos a luchar por condiciones dignas y justas de trabajo, donde se acaben formas de sobreexplotación como la tercerización, la informalidad, y todas las formas de persecución sindical. No seamos inferiores, ya que inferior es aquel trabajador que se queja de lo que pasa en el país, en su trabajo, en su sindicato, y en lugar de unirse a los demás para luchar por un país digno, libre, decente y soberano, se queda en su casa, o se va de paseo, y siempre tiene una excusa mediocre para no participar en ninguna acción que busque mejorar las condiciones laborales, de esta, y de las generaciones futuras. Adelante…