Las familias de nuestros compañeros asesinados quedan a la deriva
César A. Luque F.
12/05/12
Recuerdo como años atrás se daban entre las organizaciones sociales y sindicales, inmensas y hermosas muestras de solidaridad, que hoy escasean, las que parece, fueron cambiadas por discursos de rechazo, o mensajes de repudio o solidaridad a través de las redes sociales, mientras las víctimas y sus deudos afrontan en carne viva las vicisitudes de las acciones criminales de aquellas fuerzas oscuras, incluidos sectores estatales, que infringen a dirigentes sindicales, líderes sociales, políticos de izquierda, todos en últimas representantes de los menos favorecidos, que ven en peligro su vida todos los días, por buscar construir un país digno, decente, libre y soberano.
Tras cada asesinato se levanta una estela de repudio, que pasados algunos días desaparece. Lo que si queda es el dolor de las familias de esos colombianos y colombianas que luchaban por nuestros derechos, por lo que resultaban incómodos para algún sector que decide eliminarlos físicamente, aunque sus ideas puede que sobrevivan, o quizás también mueran con ellos, porque a su alrededor no haya quien las siga enarbolando.
Y digo que lo tangible si es el dolor de esas familias, que por lo general incluye a hijos menores de edad, que quedan desamparados, condenados a un futuro incierto, familiares que por lo general no conocemos, pero que son los más desprotegidos de todos, incluso de aquellos que eran los compañeros del caído, a quien califican una vez se sabe de su asesinato, de múltiples formas, todas para exaltar su lucha, pero nada más. Creo que ha llegado el momento en que todos los movimientos sociales a los que pertenecían los vilmente asesinados enarbolen también, como ya lo hacen algunos, desgraciadamente pocos, no solamente sus ideas, sus metas, sino la defensa de esas familias que quedan indefensas, viviendo un drama que pocos volteamos a mirar, como si no tuviéramos una responsabilidad que desarrollar respecto de ellas.
En un país donde los grandes empresarios desarrollan, lo que bien ha calificado el historiador Renán Vega Cantor como filantrocapitalismo, que no es más que hacer negocio a costillas de los desfavorecidos, como lo sostuvo en la Cumbre de las Américas, nuestra más nombrada cantante, Shakira, que dijo que por cada dólar que se invertía en la educación de un niño se sacaban 17, por lo que era una buena inversión. Así piensan esos que tienen fundaciones para dar caridad, y luego corren a descontar lo dado de sus declaraciones de renta, obteniendo dos beneficios, descontar gruesas sumas de dinero de sus impuestos, y quedar ante la opinión pública como benefactores, empresarios buenos, cuando no son más que unos negociantes de la miseria que todos los días ayudan a crear. No olvidemos que la miseria la creó y la incrementa el capitalismo, ya que la necesita para mantenerse a flote.
Pero contrario a esa forma de hacer negocios, debemos recuperar una de las bases sobre las cuales nació en 1829 en Inglaterra el sindicalismo, la unión de los trabajadores, la solidaridad, esa que no consiste en dar lo que nos sobra, sino dar aquello que incluso necesitamos, buscando que aquel que lo necesite más, supere la dificultad, no para salir a vanagloriarnos de haberla dado, sino para ojalá aplicar el principio bíblico, de que no sepa tu mano derecha, lo que hace tu izquierda, y hasta pensando de manera egoísta, en que hoy es por ti y mañana podrá ser por mí, o es que acaso usted no ha pensado que eso también nos podría pasar a cualquiera, en un país como el nuestro.
Hoy lamentamos el asesinato de los compañeros Efraín Amezquita de Sintramasivo y Daniel Aguirre de Sinalcorteros, humildes hombres que un día decidieron luchar por condiciones dignas y justas de trabajo, para ellos y sus compañeros, pero que nunca pensaron que por eso, ejercer los derechos que están consagrados en la Constitución Política y las leyes, las balas asesinas segaran sus vidas, todo para mantener el statu quo, en que unos privilegiados, que pareciera estuvieran signados por el destino, sigan disfrutando las riquezas que tiene Colombia, mientras la mayoría trabaja a brazo partido, para mantenerles esos privilegios, olvidando lo que está probado, que son los trabajadores los que crean la riqueza, con sus manos y su inteligencia, pero son los dueños los únicos que la disfrutan, cuando los trabajadores también tienen derecho a hacerlo.
A Efraín lo asesinaron a la salida de su trabajo en Cali, frente a su hijo, y a Daniel a pocos pasos de su casa en Florida, frente a su esposa, dejando los asesinos no solamente al movimiento sindical sin dos luchadores, sino lo más grave, a sus familias desamparadas. La de Daniel integrada por su esposa Helena y sus menores hijas Lorena, Daniela y Carolina. A esas dos familias no las podemos, o mejor no debemos, darles la espalda, no por caridad, sino por solidaridad y compromiso de clase. Por eso hago un llamado a que nos unamos en una campaña que hemos venido construyendo con algunos compañeros sindicalistas, para recuperar la solidaridad, buscando mitigar en alguna medida las necesidades de esas dos familias, como meta a corto plazo, para ir construyendo otros modos de solidaridad más amplios a largo plazo, que apoye a más compañeros que lo necesiten, y más causas justas que también lo requieren. No seamos indiferentes.
Para alcanzar nuestro cometido, todas las ideas son bienvenidas, esperando que sean muchos los mensajes que nos den buenas nuevas, para construir un programa que hemos llamado ACCIÓN SOLIDARIA SINDICAL (ASSI), que busca soluciones a grandes males de gente buena, empezando por estas dos familias de los compañeros asesinados, conscientes que esa solidaridad será el mejor homenaje que les podemos brindar por su lucha, para poder decir, que sus asesinatos no fueron en vano, que la pérdida de dos vidas tan importantes, sirvieron para remover las fibras más nobles de todos nosotros, las que hasta ahora, será por lo duro de este mundo, las mantenemos algo insensibles.
Pensemos cuantas veces hemos malgastado nuestro dinero en la compra de objetos inservibles, que ya no usamos, o cuantas veces lo gastamos en jolgorios o parrandas, mientras las muestras de solidaridad las hemos postergado para después. No dejemos pasar esta oportunidad para ser y sentirnos verdaderamente útiles con los demás. Sigamos dando nuestros mensajes de repudio, pero agreguemos solidaridad tangible con las víctimas.
Sepelio del compañero Daniel Aguirre