Un líder popular que cada día nos enseña más sobre la constancia en las luchas
Un personaje de nuestra historia que poco reconocimiento ha tenido por parte de los historiadores oficiales, esos que desgraciadamente han enseñado, o mejor mal enseñado, a generaciones y generaciones de colombianos, mostrándoles nuestra historia en una versión heroica, sin contenido, donde se le da más importancia a la recordación de fechas y personajes pertenecientes a la elite que siempre nos ha gobernado, que al análisis de las causas y las consecuencias de los procesos históricos por los que hemos atravesado.
José María Carbonell participó de manera determinante en los hechos que ocurrieron en Santafé de Bogotá el viernes 20 de julio de 1810, conocidos en forma ligera como el grito de independencia, participación que ha sido soslayada de forma sistemática. Él que era miembro de una familia humilde de Santafé, nació en el año de 1765, sin que pudiera terminar sus estudios, debido a que su familia no contaba con los medios económicos para financiarlos en el Colegio donde los había iniciado, el San Bartolomé, institución de donde salieron los principales miembros del proceso revolucionario.
Después de haber dejado los claustros tuvo la oportunidad de vincularse a la Expedición Botánica, que lideraba el sabio, José Celestino Mutis. A la par con su participación en la expedición se fue convirtiendo en el discípulo de Antonio Nariño, a mi parecer, el colombiano más importante de todos los tiempos, ya que fue él quien sembró la semilla de la independencia, sin importar la persecución de que fuera objeto por ello, lo que le valió pasar más de 17 años de su vida en prisión, aquí y en España, sin dejar de sostener que el camino era la independencia, pensamiento que tuvo hasta el día que murió en Villa de Leyva (Boyacá) donde dejó de existir en la más absoluta soledad.
Carbonell que laboró en esa aventura científica, se preparó fuera de las aulas, logrando tener un criterio propio sobre lo que pasaba en nuestra tierra, y aún en la propia península ibérica, donde había caído el gobierno de Fernando VII a manos de las tropas francesas en 1808, las que lideradas por su comandante, Napoleón Bonaparte impusieron a su hermano José Bonaparte, conocido como “Pepe botellas”, como rey. Ese hecho, España sin un gobierno español hizo que los virreyes en América empezaran a dar un viraje hacía Francia, rompiéndose el cordón umbilical entre el Viejo Continente y sus súbditos, a la par que aquí el virrey Antonio Amar y Borbón y su esposa, María Francisca Villanova gobernaban para ellos y sus amigos, mientras que la gente del común solamente era tenida en cuenta para cobrarle más impuestos.
Esas causas internas y externas generaron entre los miembros del notablato, integrado por los hijos de los españoles nacidos en América, descontento especialmente por habérseles impedido acceder a los cargos públicos más importantes, los que organizaron una sublevación de protesta, no de independencia, ante lo cual se tenía que buscar un excusa para iniciarla. Esa fue enviar a los hermanos Morales al negocio de José González Llorente a pedir un florero prestado, para usarlo en el homenaje que se le haría al Comisionado Regio, Antonio Villavicencio, un criollo que venía de España en busca de recursos para financiar la campaña contra los franceses, sabiendo que ese personaje tenía por los americanos una natural repulsión. La respuesta fue la esperada, por lo que uno de los Morales le dio una soberana paliza, mientras el otro salió a la Plaza Mayor (hoy Plaza de Bolívar) a gritar que habían sido insultados, donde las marchantas, las chicheras y las vivanderas vendía sus productos en el día de mercado, las que unieron a la revuelta, pero que una vez se acercaba la noche empezaron a regresar a sus casas, fuera de la ciudad en Usme, Fontibón, Usaquén, Bosa y otros lugares, dejando a quien lideraba la revuelta, José Acevedo y Gómez gritando para que no se fueran, precipitándose el fracaso.
Cuando la revuelta fracasaba, para dar paso a la represión. Entonces apareció Carbonell, quien había ido al barrio Santa Bárbara, San Victorino, Las Cruces, buscando que la “chusma” saliera a protestar, no por puestos, sino por la independencia. En la plaza se reunieron 8.000 manifestantes de las 22.000 personas que habitaban la capital. Él fue calificado de “chispero” de forma despectiva, destacándose su liderazgo, con lo que la revuelta resultó triunfante, aunque tomó otro rumbo. Dejó de ser una muestra de inconformidad por puestos para los “señoritos”, como Camilo Torres Tenorio, famoso por escribir el Memorial de Agravios que nunca envió a su destinatario, Jorge Tadeo Lozano de Peralta, Miguel Pey, etc., para convertirla en un levantamiento de la independencia. Organizada la Junta Suprema de Gobierno, presidida por el Virrey y los miembros del notablato, a los que inmediatamente se enfrentó Carbonell, pidiendo poner a los gobernantes españoles presos, petición a la que se vieron obligados a cumplir por la presión popular, que era organizada por el “chispero” desde la Junta Popular, conocida después como un Club Revolucionario, la que fue allanada por orden de quien quedará en el poder, José Miguel Pey y Andrade, después de “expulsar” a Amar y Borbón, pagándole las incomodidades a que habían sido sometido por la presión de la “chusma”.
Como dijo el historiador Indalecio Lievano Aguirre, Carbonell intervino entonces en torno de los “derechos de los oprimidos” y por la “soberanía popular”. La decisión tomada por Carbonell le significó ser detenido, convirtiéndose en el primer preso político bajo el nuevo gobierno, el de los criollos que lo veían como un peligro, ya que tenía el apoyo popular, prisión de donde salió para liderar el regreso a Santafé de su mentor, Antonio Nariño que había quedado libre en Cartagena, donde purgaba prisión por tercera vez, desde que había publicado los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1794.
Con Nariño en el poder a partir de septiembre de 1811, Carbonell llegó al poder después de haber estado prisionero dos veces bajo el gobierno de los criollos, que en nada se diferenciaban de los españoles que gobernaban. Nariño impulsó la promulgación de la Constitución de la República de Cundinamarca por la que se declaró nuestra tierra independiente de España, ya que hasta entonces se seguía reconociendo el gobierno español de Fernando VII. Carbonell se posesionó de Secretario del Tesoro para cobrarle impuestos a los ricos, con los que se debía financiar la revolución, lo que incomodó a esta elite, quienes hicieron todo lo necesario para derrocar a Nariño, lo que hicieron cuando éste cayó preso en Pasto, siendo luego sometidos por la reconquista española liderada por el matarife, Pablo Morillo, quien ordenó el ahorcamiento de José María Carbonell y no contento con eso, luego de haberlo colgado lo fusiló.
Carbonell pasados 199 años nos sigue enseñando cual debe ser el papel de un líder popular, que debe luchar en forma incansable por la reivindicación de los derechos de los oprimidos, sin importar el precio que cueste, obviamente en desarrollo de una estrategia previamente trazada, ya que el sacrificio no puede ser el camino. Para Carbonell fue indispensable prepararse, incluso por fuera del modelo forma de educación, contando con un gran maestro, sin dejar de palpar a diario las necesidades de los oprimidos, convirtiéndose en su líder cuando fue necesario, sin desfallecer ante los escollos que se le fueron presentando. Ese líder de antaño, pone en evidencia a algunos que posan de líderes populares, cuando son apenas caricaturas de ellos. Carbonell demuestra que el ejemplo posee un alto componente de enseñanza, más que el discurso.
César A. Luque F. 17/05/09